Apenas hacía cuatro días
desde que las tropas aliadas entraran en París. Todavía sentía miedo por las
noches y seguía refugiándose bajo los puentes del Sena. Pero hoy sería
distinto, todo había pasado.
Unos disparos procedentes de los alrededores de la
catedral le hicieron encogerse y detener su bicicleta. Empezó a temblar y se
tapó los oídos con las manos al tiempo que cerraba los ojos esperando nuevas
ráfagas. No hubo más disparos. Abrió los ojos y sonrió levemente. Todo había
pasado... Por fin.
Recupero uno de los microrrelatos del antiguo blog. Siempre me ha gustado la historia y en especial ciertas épocas. Una de ellas es la de la Segunda Guerra Mundial, tal vez por los cientos de películas que he visto junto a mi padre. Aquellas películas en blanco y negro en la que todavía había héroes. Aunque, en la realidad, no todos los héroes llevaban uniforme o portaban armas. Muchos simplemente fueron héroes al sobrevivir. En ciertas épocas deberíamos echar atrás la vista y observar detenidamente. Mi profesor de historia de bachillerato nos decía que el curso de la historia era un péndulo y que aquellos que se olvidasen de su historia estarían condenados a repetirla. Creo que estamos irremediablemente condenados a repetirla. Es la naturaleza del hombre.
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