Era el
último. Todos los suyos habían muerto ya. Tantos años acabando con especies y
ahora los humanos eran animales en extinción. Esta vez la madre Gaia no
protestaría. Los engulliría para liberar a sus otros hijos de este bastardo que
nunca debió de nacer. Pero todavía quedaba un hombre en cuyas manos estaba la
salvación o condenación de toda su raza. Y ahora marchaba solo por lo que años
antes había sido una calle concurrida, acompañado únicamente por sus
pensamientos. Podía salvar a la Humanidad gracias a sus estudios genéticos,
pero tal vez fuera mejor arrancar aquel parásito, aquella carcoma que roía la
Tierra. Se detuvo para mirar el sol que calentaba sus huesos y una frágil
mariposa se posó en su hombro. La miró. Ahora estaba seguro de su decisión.
Este microrrelato lo escribí ya hace años. Entonces lo había concebido como un relato de ciencia ficción. Hoy, en la situación actual, tengo que quitarle esa etiqueta. Nunca hubiéramos creído que esto pudiese pasar... pero ha pasado. Ahora solo tenemos que pedir una segunda oportunidad para hacerlo bien o la historia que acabas de leer puede convertirse en nuestro futuro inmediato.
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